Es casi la hora de comer y los rayos ultravioleta del sol están quemando células epidérmicas en el brazo de Ramator, pero él no se da cuenta. Sólo sabe que hace mucho calor y que es mejor resguardarse bajo la sombra de una palmera y alejarse un poco del horno en el que está cociendo unos platos de barro. Mientras espera que el fuego haga su cometido, el alfarero le da vueltas al desafortunado incidente del día anterior, cuando en el campamento a media jornada de distancia por un grupo de comerciantes, Tonate, un vecino suyo, se presentó con media docena de bandejas muy similares a las que él venía fabricando en exclusiva desde que su padre le heredó el chiringuito. Hasta ese momento, Ramator no conocía el concepto de “competencia” y el hecho le cabreó bastante, al menos hasta cuando uno de los comerciantes cogió una de las piezas…
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